Todo deportista debe ser consciente de la
importancia de mantenerse bien hidratado antes, durante y después de realizar una
actividad física.
Hidratarse correctamente es un consejo
recurrente y muy efectivo para los más diversos objetivos. No es de extrañar si
pensamos en las diversas funciones que el agua desempeña en nuestro organismo.
El agua participa en todas las reacciones celulares, como medio de reacción, como
reactivo o como producto. Además, participa en el transporte de nutrientes,
gases y productos de desecho metabólico. Por si fuese poco, además actúa como
refrigerante muscular, cuando éstos se calientan durante el ejercicio,
evaporando sudor, eliminando vapor con el aire espirado o directamente a través
de la piel.
Hidratarse antes del ejercicio tiene un
objetivo claro: asegurar una correcta funcionalidad y rendimiento muscular en
la primera fase del ejercicio. Se recomienda tomar entre 400 y 600 ml de agua 2
o 3 horas antes del ejercicio, para permitir al sistema renal regular el volumen
total de líquido corporal y alcanzar los valores óptimos de osmolaridad.
Durante el ejercicio, nuestro objetivo al
hidratarnos es mantener un balance electrolítico positivo, ya que un déficit
repercutiría negativamente en el rendimiento deportivo. Es recomendable entre
150 y 350 ml de agua a intervalos de 15 o 20 minutos, desde el inicio del
ejercicio, para prevenir la bajada de sodio. Si el ejercicio es intenso y de
larga duración, es conveniente no tomar solamente agua, sino añadir una bebida
con carbohidratos para mantener la oxidación de los azúcares, normalizar la
hipoglucemia, retardar la aparición de la fatiga y acelerar la recuperación del
glucógeno perdido. Por cierto, la bebida no debería estar muy fría, aunque
apetezca, pues a bajas temperaturas la absorción se realiza más lentamente.
Demasiado caliente, tiene el mismo problema, de manera que la mejor es una
bebida que simplemente esté “fresca”.
Rehidratarse tras el ejercicio tiene como
finalidad restablecer la función fisiológica muscular lo antes posible. Lo
ideal es completar la rehidratación durante las dos horas siguientes a terminar
el ejercicio. Se recomienda tomar al menos un 150% de la pérdida de peso para
cubrir la pérdida de líquido por el sudor, más las pérdidas obligatorias de
orina. En esta fase, los carbohidratos deben tomarse tan pronto como sea
posible, ya que los músculos se encuentran muy receptivos a la captación de glucosa
y esto favorecerá la resíntesis del glucógeno muscular.
Si recapitulamos sobre estas breves
recomendaciones, vemos cómo para una sesión de entrenamiento, una correcta
hidratación nos ocupa alrededor de cinco horas en las que ingerimos alrededor
de litro y medio de agua. Si tenemos en cuenta que uno de los consejos más
famosos es beber sobre tres litros de agua al día, la mitad del trabajo está
hecha. Poner un poco de cuidado la “otra mitad del día” nos conducirá a adoptar
unos hábitos saludables con respecto a nuestra hidratación, al tiempo que
potenciará los resultados de nuestros esfuerzos con la dieta y el entrenamiento.
Como curiosidad útil, existe un Instituto Europeo de la Hidratación